"Ni el Poder ni la Gloria". Blog de Josep Esteve Rico Sogorb

Artículos de opinión e investigación sobre Historia, Lengua, Literatura, Arte, Cultura, Política, Sociedad, etcétera. La mayoría publicados en medios de comunicación en papel y digitales de todo ámbito territorial tanto en España como en el extranjero
Mostrando entradas con la etiqueta violencia machista. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta violencia machista. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de abril de 2021

 

Las violencias en la sociedad

Josep Esteve Rico Sogorb

En la actual situación de cualquier violencia y más en la doméstica o de género —habría que globalizar de forma integral aludiendo al plural «géneros» incluyendo a la minoritaria violencia contra el hombre— se ha encendido la alarma. La luz roja indica que algo muy grave sucede.

Cuando hemos arribado a tal extremo, es que algo no va bien en esta monstruosa y hostil sociedad cuya «salud» psíquica parece no estar muy cuerda que digamos. Hemos pasado brusca y radicalmente de la antaño ausencia de casos porque se callaban y ocultaban, a la actual masificación de delitos —incluyendo muertes— y denuncias.

Perjudicial fue lo de antes y perjudicial es lo de hoy. Y tan «enferma» estuvo la sociedad del pasado siglo como lo está nuestra sociedad. Sociedad hostil y exageradamente competitiva que genera violencia per se. Violencia verbal, física, moral, medioambiental, psicológica que se manifiesta en todos los sectores y en todos los lugares del mundo.

En los deportes, en las aulas, en los hogares, en las calles, en las empresas, en foros políticos, en Internet; por doquier. Entre niños y entre adultos. Entre sexos. Contra animales. Y contra todo. Fiel reflejo en la sociedad, de la imperfección, de la degradación ético-moral del ser humano.

Quizá ya no sirva la colectividad, lo social. Tal vez cabría cultivar el individualismo desde un nuevo humanismo donde se busque la superación y el crecimiento de la persona, del ser.

Es urgente y necesario que políticos, gobernantes, profesionales, expertos, fuerzas de seguridad, legisladores, víctimas y agresores; se sienten todos juntos una vez más para analizar la situación actual y poner freno a la masificada violencia de género y de géneros.

Porque, una sociedad destacadamente violenta es signo de pobreza moral, no encara adecuadamente su futuro, camina hacia su autodestructiva degradación y supone una negativa herencia a sus próximas generaciones.

De todo el Estado Español, Canarias, Ceuta y Melilla son las más afectadas. El problema no les es ajeno ni extraño. Por desgracia Ceuta lidera el ranking estatal de delitos por violencia sexual con 45 casos, suponiendo el 85 por ciento de la totalidad. Sus juzgados están saturados de denuncias por violencia doméstica y sus comisarías tienen demasiado trabajo. Aunque insuficiente pero necesario, el reciente convenio Colegio Abogados-Consejería Bienestar Social con la aplicación de medidas urgentes, es un paso adelante.

En el resto de España también han aumentado aunque quizá en menor nivel, toda clase de violencias, siguiendo la tónica general. Al parecer, el exagerado aumento de las violencias está relacionado con la incultura, con la delincuencia, con la inmigración ilegal, con los barrios marginales y pobres. Esto no justifica el racismo ni la xenofobia, ni todos los inmigrantes son violentos ni delincuentes. Es cierto que se dan casos —aunque minoritarios— en el sector de la población no marginal, con estudios y medios económicos.

Habría que hacer profundos estudios sociológicos de toda la población española pormenorizados y detallados por zonas, para descubrir qué factores generan la violencia y por qué ésta se desata tan exageradamente y así poder aplicar soluciones adecuadas.

Pero tenemos un debate sobre las consecuencias de la ley de Violencia de Género entre afectados —de ambos sexos y variadas edades— técnicos, especialistas profesionales, políticos y administraciones públicas. Parece que unas partes implicadas demandan una ley integral —consideran insuficiente y parcial la actual legislación— y otras, las minoritarias —violencia contra el hombre— en lugar de globalizar, piden que su caso sea reconocido mediante una norma específica o como mínimo dentro de una nueva ley integral que recoja todos los casos y ampare a ambos sexos.

Sea lo que sea, deberían ponerse de acuerdo. Todas las violencias, las mayoritarias y las minoritarias deben estar recogidas en el texto de una nueva ley general e integradora, sin discriminaciones.

El tema, muy importante, así lo requiere. Estamos ante un mal a erradicar en pleno siglo XXI. Un mal tan importante como lo son el sida, el paro o el terrorismo.


PATADAS EN LA BARRIGA

Casi a diario ocurren hechos que claman el cielo. Son el colmo de los colmos, hasta el extremo que, conocerlos, sienta como una patada en el estómago. La noticia en la sección de sucesos de varios medios de que un individuo propinó, valga la redundancia, varias patadas o 'coces' sobre la barriga de una mujer -su esposa o ex-cónyuge, que a tanto no llega mi memoria-  en una céntrica calle de la ciudad de Elche, hizo indigestárseme el desayuno.

No es manera correcta ni aceptable el hecho de ir por ahí pateando a gente y menos aún a la actual o a la anterior compañera sentimental. Hay que ser muy despiadado, bruto y bestia para actuar tan descerebradamente. Además de ser una actitud delictiva, se trata de una actuación totalmente incivilizada e irracional, impropia de un ser humano, movida por bajos instintos.


En plena calle céntrica y sin piedad alguna, sin cortarse ni un pelo y sin que nadie pudiera impedirlo, el susodicho individuo se ensañó a patadones con el vientre de la mujer. Borracho o no, drogado o no, perturbado o no; el caso es que el tipo se pasó más de cuatro pueblos a coz limpia y haciendo caso omiso se paseó por el forro de la entrepierna todas las normas cívicas habidas y por haber: el respeto, la educación , la tolerancia y la moralidad.


No me extraña que con hechos como éste aumente tanto y tan rápido la violencia de géneros. Otrora  y hasta bien poco se daban hechos violentos en los hogares que apenas trascendían socialmente. Hoy, cada vez más, proliferan las sonoras y agresivas palizas y los insultos a grito pelado, en público, a plena luz, al exterior. Sin pudor ni timidez. Sin cohibirse ni  esconderse. Claramente, a la entrada de locales públicos y comercios.


La violencia urbana es de asfalto y aceras. Aceras, que lamentablemente suelen mancharse de sangre de aquellas personas agredidas. Los hechos se producen ante la mirada atónita de transeúntes y conductores que no se atreven a intervenir en defensa de la víctima por miedo a sufrir agresión física y verbal -e incluso de arma blanca- por quien maltrata violentamente. A ver quién se atreve, so pena de recibir un navajazo o una lluvia de palos, pues los improperios son más leves y llevaderos.


Pero la palabra con sangre NO entra. Haz el AMOR, -así, en mayúsculas- y no la VIOLENCIA. Por una sociedad sin patadas en la barriga.


Josep Esteve Rico Sogorb (Elche, Comdad. Valenciana, España)

Escritor y periodista

lunes, 2 de abril de 2012

Medios y eficacia contra la Violencia de Género en Ceuta

Por regla, las estadísticas acerca de problemáticas sociales tienden a generalizar, a globalizar, y no registran excepciones como casos personales o hechos sectoriales.

En la casuística de la violencia de género -o de géneros, caben matizaciones- el porcentaje a nivel estatal sigue aumentando aunque exista una mayor sensibilidad social, judicial y administrativa con las víctimas.
Continúa en ascenso el ranking a pesar de la implantación de medidas, aunque un cierto número de situaciones no se denuncien por miedo a represalias y a pesar también de ese mínimo tanto por ciento añadido de demandas que resultan falsas.

Ceuta no es una excepción en este problema social. Sucede tanto como en el resto del Estado e incluso más. La violencia de género, sexista y doméstico-familiar en la ciudad 'caballa', afecta principalmente a mujeres, aunquelos malos tratos verbales y físicos no se detienen en la mujer, se ceban en menor porcentaje, en los hijos, niños y adolescentes menores, hasta en los jóvenes ya mayores de edad. Sin embargo, este tipo de violencia se denuncia menos.

Es cierto que al revés también se da, de hijos hacia progenitores y que éstos, aunque reacios, ya han empezado a presentar demandas, mayormente en la península.

En cuanto a las denuncias de maltrato de hombres contra mujeres, tendencia que se inició en otras autonomías, Ceuta se ha estrenado con 23 casos, resultando este porcentaje cierto y mínimo pero digno de tener en cuenta.

Resulta significativo que el 64% de las femeninas víctimas de violencia de género en Ceuta sean mujeres bastante jóvenes que no sobrepasan los 30 años de edad. Concretamente, oscilando entre los 18 y los 30 años. Cada vez, más jóvenes.Este dato nos hace suponer que se trata de mujeres prácticamente recién casadas o emparejadas, con pocos años de matrimonio o de convivencia, seguramente unidas a sus esposos o parejas con edades tempranas y madres solteras.

Para descubrir estos aspectos tendríamos que pormenorizar cada denuncia y desglosar las estadísticas globales porque, la composición estructural de la sociedad ceutí demuestra que lamentablemente la violencia de género es desigual según la étnia. Por ello cabría hacer algunos matices.

Desgraciadamente hay factores y rasgos étnicos que favorecen el surgimiento de tales casos. Así como es penoso reconocer que la violencia y el delito se desarrollan más en las capas sociales marginales y precarias con escasas formación y cultura, en las sociedades pluriraciales y multireligiosas -casos de Ceuta y Melilla- es, en el seno de los colectivos necesitados y empobrecidos como el musulmán, con tradiciones discriminatorias basadas en la supremacía masculina e ideas arcaicas u obsoletas -viéndose bien pegar a la mujer y vejarla sexualmente-, donde más violencia de género existe.
 
Es triste la existencia del polinomio 'étnia-religión-violencia', porque los constitucionales preceptos 'raza' e 'ideas', grandiosas palabras humanistas con bellos y profundos significados fraternos, no deberían generar violencia o delito alguno y menos aún provocar rencores u odios xenófobos y racistas que contribuyen negativamente en la convivencia social. Que el ser musulmán, hindú, judío o cristiano, no sea mirado ni prejuzgado con recelo ni influya para nada en las condenas por cualquier delito, especialmente en los casos de violencia de género.

El encrudecimiento de la violencia de género en Ceuta evidencia la no funcionalidad de las campañas preventivas y de las medidas adoptadas como el alejamiento o condenas 'suaves' incumplidas, que no han logrado reducir las denuncias ni el índice de casos.

A todo ello se añade que los medios policiales para cumplir las medidas protectoras a las víctimas son insuficientes. Sigue aumentando la violencia de género pero el número de agentes policiales no se incrementa para poder atenderla como se requiere. Además, es insuficiente que un único funcionario gestione la tramitación de denuncias en la Oficina de Atención de Ceuta porque con tales porcentajes trabaja saturado. Urge pues, colocar a otro funcionario para descongestionar y fluidificar el servicio.

La evidente descoordinación entre los distintos cuerpos policiales para atender a las víctimas resulta preocupante.Y lo más patético y tercermundista, propio de la administración de una república bananera, es sin duda, el retraso de varios días en el traslado de denuncias entre oficinas de la misma ciudad sitas en el barrio de Los Rosales y en el céntrico Paseo Colón, a escasos kilómetros una de la otra.

Como ven, todo este cuadro es de lo más lamentable y demostratiuvo de que en Ceuta, hay cada vez, más tercermundismo. Y me pregunto ¿hasta cuando? Porque, no se merecen las víctimas, tales precariedades administrativa y policial sino suficientes medios y más eficacia.

Por Josep E. Rico Sogorb