"Ni el Poder ni la Gloria". Blog de Josep Esteve Rico Sogorb

Artículos de opinión e investigación sobre Historia, Lengua, Literatura, Arte, Cultura, Política, Sociedad, etcétera. La mayoría publicados en medios de comunicación en papel y digitales de todo ámbito territorial tanto en España como en el extranjero

lunes, 2 de abril de 2012

Violencia escolar en Ceuta, elevadas estadisticas y cruda realidad


En general, coincido casi totalmente con las conclusiones que sobre la violencia escolar ha reflejado Santiago Ramirez en su tesis doctoral desde el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Humanidades. Y digo casi, porque la perfección a la totalidad no existe. De tal estudio se deduce que la situación se ha agravado y continúa empeorando.

Aunque no soy pesimista ni catastrofista, del recrudecimiento en el problema, ya alerté tiempo atrás en varios artículos en los que reflexionaba sobre la violencia en las aulas o fuera de ellas, bien dentro de los centros de estudio o incluso en las inmediaciones y sobre cualesquiera de las formas de violencia: verbal, física, psicológica...

Lo grave es que, en Ceuta -al igual que en el resto del Estado Español y sobrepasando el índice estatal del 55% - actualmente, un 57'6 % de los escolares sufre algún tipo de violencia.

La tesis de Ramírez considera que la mitad de los estudiantes ha sufrido al menos un hecho violento durante el reciente curso, ya sea corporal, oral o psíquico. Esto demuestra que algo está fallando en el sistema. Y no falla sólo la Educación y la Enseñanza sino también la familia, el entorno...la sociedad en si.

Que un 7'4 % de escolares reconozca ser victimas de un severo maltrato, continuado y diario, calificado de intimidación y acoso; es realmente fustrante y desesperanzador como problema social. Para ellos será humillante admitirlo aunque algunos lo intenten esconder, ocultar u olvidar por temor a represalias o por considerarlo 'normal'.

Que un 7'6 % asegure haber recibido agresiones varias veces aunque no diarias, no le quita hierro al asunto ni lo suaviza. Es tan grave como el anterior caso. Y si el restante 42' 6 % manifiesta que alguna vez esporádica y aislada sufrió un maltrato...no se salva nadie. No hay un solo escolar 'inmaculado', sin tocar. Doblemente grave.

Los tipos de agresiones en violencia escolar son múltiples y variados pero la 'palma' se la lleva el maltrato verbal con los ofensivos insultos en primer lugar y después con los degradantes motes o apodos despectivos. La palabra, sobre la persona, tiene una fuerza impresionante. Según su naturaleza -insultante o gratificante- puede hundir o animar moralmente, puede hacer daño o mucho bien a quien la oye y recibe. Un insulto esporádico deja momentáneamente 'tocado' a su receptor aunque se supera, pero si resulta continuado y repetitivo, puede causar variados trastornos de personalidad y daños psicológicos que oscilarían entre la baja autoestima, temores, depresiones, etcétera.

Todo ésto, son consecuencias del ataque con la palabra destructiva, pero cuando de la palabras se pasa a hechos tales como robos y palizas, exclusión social -de evidentes insolidaridad, discriminación, marginación y deshumanización- y amenazas; la situación es mucho más grave y seria a tenor de ese 17 '6% porcentual en la casuística.

De tanto en tanto, alguien sobrepasa el limite de lo tolerado y suceden hechos físicos extremos y delictivos entre escolares o entre alumnos y profesores. Hechos que acaban en hospital, en comisaría y juzgado o en el tanatario. Y ya saben a que tipos de casos me refiero.

En Ceuta, como en el resto de España, la violencia escolar no se reproduce exactamente igual en todos los centros de enseñanza. La ubicación o zona, el entorno de los aledaños, la idiosincrasia de la barriada -nivel económico y cultural- donde estén el colegio o el instituto, el perfil socio-educativo-psicológico de alumnos, padres y profesores e incluso de los vecinos asi como la propia personalidad y el propio régimen de cada centro; son causas o matices que determinan y personalizan e influyen para que la violencia escolar varíe según cada dentro y cada barrio.

En la zona céntrica, de mayores economía y nivel cultural pero también más vigiladas y controladas policialmente, los casos violentos son inferiores -37, 6%- que en las emprobrecidas, deficitarias y marginales barriadas periféricas del extrarradio -como la de 'Principe Alfonso'- donde se produce el 55 por ciento del maltrato escolar.

Resulta paradójico y lamentable en Ceuta -no es positivo ni ayuda a reducir la violencia en la enseñanza- que el porcentaje de los estudiantes agresores -38'2%- que admite haber maltratado a un compañero sea tan mínimo descendiendo al 30'5% en aquellos que reconoce una agresión ocasional. Al parecer no se les remuerden las conciencias y tal vez no sean conscientes de la verdadera y total magnitud del problema por lo que tienden a minimizar su conducta maltratadora que un residual 4'1 % considera habitual y hasta 'normal'

Pero claro, no todos los agredidos o víctimas, es decir, escolares que reciben algun tipo de violencia -sea ésta esporádica o repetitiva- y que suponen un 6'4 %; callan y aguantan sin responder a las agresiones de ese 3'1 % de atacantes. Los hay que responden, con lo cual la víctima que se convierte en agresor y también se dualiza su papel transformándose en 'victima-agresor' o en 'agresor victimizado' que recibe y al mismo tiempo agrede diariamente, suponiendo en este caso, un 10'5 % el porcentaje de escolares en acoso severo.

La escalada paulatina de violencia por no dejar agresión sin respuesta, por responder a cada agresión y por no tolerar, no callar ni aguantar; nos debe hacer reflexionar sobre el problema y reconocer que la sociedad está 'enferma' y que falla desde lo más básico: la familia.

Urge lograr la unificación y la acción conjunta de todos los implicados en el problema: profesores, padres, alumnos, profesionales, medios de comunicación y administraciones. Sin fisuras.

Una sociedad violenta camina sin futuro hacia su autodestrucción. Pongamos remedio. Aún es posible.

Josep Esteve Rico Sogorb

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