EL RIEGO Y LOS TRASVASES EN EL CAMPO ILICITANO
El problema de la escasez de agua, especialmente aquella
destinada a regar, es una cuestión de interés común y público que viene de
siglos atrás y que aún hoy está por resolver definitivamente, lo que parece un
imposible. Que dependamos de las pocas e irregulares lluvias, de las reducidas
capacidades de las balsas, de los mermados pantanos, de las desaladoras y de
los trasvases; es una situación que en el fondo no satisface plenamente a
nadie: ni a los agricultores, ni a técnicos, ni a las autoridades ni a la
población en general.
Existen alivios importantes, soluciones parciales que no
están exentas de polémicas por intereses políticos-partidistas, intereses
territoriales-administrativos y discrepancias de toda clase entre técnicos
especialistas en recursos hídricos, climatología y agronomía y autoridades
gubernamentales de las administraciones públicas de cualquier ámbito
territorial.
Muchas de estas iniciativas llevan retraso, están
aplazadas o paralizadas colmando la paciencia de los labradores que ven como
sus reclamaciones se esfuman y aumentan o se agravan sus problemáticas y
necesidades. Aún hoy, cuando el cambio climático y sus efectos negativos sobre
el campo son evidentes y la ciencia además de demostrarlos insiste en tomar
medidas urgentes para revertir el deterioro de la Naturaleza, tenemos la
necesidad y la exigencia de buscar y hallar aguas en bastante cantidad y que
puedan remediar o aliviar las carencias y las problemáticas agrícolas.
Los riegos de los huertos del término municipal ilicitano
dependían y dependen históricamente desde la Prehistoria hasta hoy de las
fuentes naturales que se nutren de la lluvia (río Vinalopó, río Segura, Hondo,
río Tarrafa de Aspe, aguas de Barrenas y Romero, manantiales, acuíferos,
embalses del Pantano de Elche y de Villena, entre otros) y de la distribución
de sus aguas que llegan aquí mediante un sistema de expansión de caudal hídrico
compuesto por canalizaciones, azarbes, presas, compuertas, “trencaors”,
partidores, balsas y elevadores (estaciones elevadoras).
La mayor parte del caudal de agua de riego de las tierras
agrícolas del término municipal ilicitano provenía antiguamente (y aún proviene
actualmente) del río Vinalopó. Nuestro río fue caudaloso, ancho y navegable en
barca a lo largo de la historia hasta el siglo XIX. Nuestro río, conocido por
los romanos como “sonoro y caudaloso Alebus” durante su existencia no siempre
ha contenido ni ha soportado ni ha llevado el mismo caudal.
La necesidad de tener suficiente agua para regar las
tierras agrícolas ilicitanas obligó a crear el embalse y presa de la laguna del
Pantano y a aprovechar la laguna del Hondo (después de conseguir nuevas tierras
agrícolas mediante el drenaje de gran parte de su zona húmeda) para acumular
bastante caudal de agua y destinarlo a regar huertos. Esto provocó la
transformación morfológica u orográfica del río Vinalopo (que antaño ocupaba
los márgenes del cauce en toda su anchura) al actual hilillo que fue canalizado
por medio del hormigonado y cimentado en su paso por la ciudad.
Los ilicitanos, históricamente, cuando hemos sufrido
escasez hídrica propia y preocupante sequedad, sin disponer de nuestros propios
recursos, hemos tenido que traer el agua de otros lugares lejanos. Ejemplos
tenemos suficientes: la propuesta de Don Juan Coloma, conde de Elda y Cocentaina
en 1535 de “traer agua del río Xúquer y beneficiar así a la huerta y campo de
Elche”. En 1668 se construyó un tomador de agua en el Xúquer que por medio de
azarbes regó el sur del Reino de Valencia. En el caso nuestro, las aguas del
Xúquer bajaron mezclándose con las aguas del Vinalopó, tal y como aseguraba que
era posible el vecino de Elda Tomás Bernabéu en ese año de 1668.
En 1803, por medio de la Real Orden del 23 de abril, Su
Majestad el Rey Carlos IV de Borbón ordenó que se procediera inmediatamente al
vaciado de la laguna de Villena en favor de Elche para que ese caudal pudiese
regar debidamente el término ilicitano y paliar así la grave sequía que
padecían nuestros cultivos. De tanto “alimentar” a las tierras del sur, la
laguna de Villena se secó, desapareció y no existe actualmente. Un histórico
recurso menos con el que no contamos.
Pero de nuevo, los ilicitanos volvimos a necesitar agua
de fuera, trajimos para el riego de nuestras tierras aguas de lejos, de otros
lugares y en 1847 se aprobó efectuar un trasvase y una canalización desde el
río Xúquer. Trasvase y canalización que llevaron los sobrantes de allá hasta el
campo de Elche. Los costes de financiación fueron sufragados mediante recolecta
popular por unos 1114 subscriptores (mayormente hortelanos, agricultores). El
arquitecto Peyronet fue el diseñador de este trasvase. Y en 1860 el Gobierno de
Madrid, ante las reclamaciones de los ilicitanos por la grave sequía existente,
aprobó la desviación del sobrante del Xúquer que regó el campo de Elche
aliviando la situación y evitando la pérdida de cultivos y de cosechas.
Nuestros históricos recursos hídricos (Villena, Xúquer y
otros…) desaparecieron y otros sufrieron merma o disminución de caudales, por
lo que los ilicitanos tuvimos ante la escasez hídrica (pocas lluvias y fuerte
sequía) que buscar y hallar nuevas fuentes, nuevos recursos más allá, lejos de
nuestro término. Es cuando en 1906 el personaje ilicitano Joaquin Santo Boix
presenta un proyecto para traer agua sobrante del río Ebro obteniéndola en las
localidades de Pina y Escatrón (Zaragoza) y derivándola, por medio de
canalizaciones, de un trasvase en las tierras de Teruel, Valencia y Alicante
dividido en tres partes. Fue la primera vez históricamente que se planteó un
trasvase de agua del Ebro para riego de la región valenciana y por consiguiente
del campo de Elche. Hoy en día aún se reivindica esta solución, se mantiene
activa su petición, y son muchas las ocasiones en las que el tema se ha tratado
y debatido por técnicos y políticos sin llegar a una solución final y
definitiva porque se dan conflictos interterritoriales e intereses entre las
autonomías implicadas (sin solidaridad interregional) por las que atraviesa el
río Ebro y que se apropian de la titularidad o propiedad del río y de su caudal
olvidándose de que el agua es un bien común y público, un bien de todos y no de
unos ni de otros. En todo caso es propiedad del planeta, de la Naturaleza.
También hubo en 1912 un proyecto para llevar aguas
sobrantes de las Lagunas de Ruidera en Ciudad Real al cauce del Vinalopó con
las que regar el campo de Elche. Este proyecto fue presentado por el ingeniero
Mira de la Cámara Agrícola de Alicante a expensas del personaje ilicitano Ramos
Bascuñana, entusiasta ideólogo y promotor del proyecto.
Y del Ebro pasamos a buscar aguas en un nuevo recurso
también lejos: el río Tajo. En 1932, el ingeniero de la Confederación
Hidrográfica del Ebro Manuel Lorenzo Pardo presentó un proyecto para traer
aguar sobrantes del río Tajo regulándolas en los regadíos del cauce del río
Segura y poder así abastecer las huertas y campos de Lorca, Cartagena y las
tierras de Elche y Alicante. Este proyecto de trasvase “Tajo-Segura” fue
actualizado varias veces para ser añadido a diversos expedientes sobre traídas
y trasvases de agua de ríos para el riego agrario de las tierras del sur del
Levante. De hecho hoy en día es el recurso principal nuestro y su caudal,
autorizado por el Gobierno de Madrid, es el que riega mayormente los huertos
ilicitanos.
Se puede comprobar como Elche a lo largo de su historia
ha ido sufriendo cambios en sus recursos hídricos. De disponer de recursos
propios locales y próximos o cercanos para el riego (como un entonces caudaloso
río Vinalopó, un inmenso Pantano, una laguna como el Hondo y la antigua
albufera) a pasar a depender de recursos de las cercanías (Aspe, Monforte, Elda,
Villena…) hasta utilizar finalmente recursos distantes de fuera cada vez más
lejanos (Segura, Xúquer, Ebro y Tajo). Cada vez necesitamos obtener agua más
lejos, lo cual es prueba de que no tenemos recursos propios y de la clara
desecación de nuestro terreno y de las anormales altas temperaturas que causan
una preocupante sequía. Todo agravado y/o provocado por el evidente cambio
climático mayormente causado por la acción degradante y negativa del ser
humano.
Actualmente, y no es cosa de ahora sino que viene de
lejos, de muchos años atrás, tenemos la polémica entre autonomías, entre
Castilla-La Mancha y la Comunitat Valenciana. Las dos administraciones no
llegan a un acuerdo definitivo satisfactorio para regular el caudal del
trasvase Tajo-Segura. Y esta discriminación hídrica desde Castilla-La Mancha
hacia la Comunitat Valenciana hace muchos años que existe. Se ha dado en todos
los gobiernos autonómicos de las dos regiones tanto de derechas como de
izquierdas y continúa dándose. Las dos principales formaciones políticas del
bipartidismo cuando han estado en la oposición en ambas regiones han hecho
suyas las reclamaciones de trasvase de sobrante a las zonas más necesitadas de
agua. Cuando llegaron a gobernar defendieron lo contrario. Todo un ejercicio de
hipocresía. Parece que el río Tajo sea propiedad de los castellano manchegos
que se niegan a darnos un poquito más de cantidad de los sobrantes de este río
para riego a los valencianos, murcianos y almerienses del que hasta ahora se
nos ha estado dando en cuentagotas pero a precio desorbitado, carísimo, como
denuncian los agricultores de las zonas necesitadas, entre ellos los hortelanos
y labradores ilicitanos.
Los agricultores valencianos, ilicitanos incluidos (y
también los de Murcia y Almería) han estado pidiendo al Gobierno Central que
“abriera el grifo”, que abriera la compuerta para hacer varios riegos de
salvación entre temporadas y cosechas pero no siempre el Ejecutivo ha aceptado
y ha aprobado todas las reclamaciones. De ellas, que son varias al año, se
materializa una por temporada habitualmente como “riego de socorro” cuando la
situación de sequía es muy extrema y grave, de riesgo o peligro de subsistencia
para los cultivos. Lo que para nuestros labradores resulta insuficiente y es
prueba de un deficitario regadío.
Tal vez hace falta, hay que, es necesario un auténtico y
efectivo Plan Nacional Hídrico pactado entre el Gobierno Central y las
administraciones autonómicas que basado en el principio de solidaridad
interregional regule que las regiones ricas en agua den sus sobrantes a las
autonomías pobres. No queremos robar caudal a nadie, solo queremos el sobrante
que suele perderse. Un claro ejemplo de esto es el caso del río Ebro cuyos
sobrantes se pierden yendo a parar al mar y no se aprovechan ni benefician a
nadie al no reutilizarse.
Y aunque este mes de marzo del presente año 2024 llovió
bastante en España (en unas zonas más que en otras) y el nivel de los pantanos
ha mejorado aumentando respecto al año pasado 2023 (algunos embalses han triplicado
su caudal), sigue haciendo falta más agua, continua siendo necesario que llueva
mucho más todavía. La prueba es que en el litoral mediterráneo (por orden,
primeramente en Catalunya y en segundo lugar en la Comunitat Valenciana y parte
de Andalucía) la sequía persiste. Las últimas lluvias en el Levante español,
además de escasas, solo han resultado un alivio insuficiente.
¡Qué mal repartida está el agua en España! Llueve mucho
en el norte donde sus pantanos están casi a tope y llueve poco o casi nada en
el Levante donde los embalses están aún al mínimo y la sequía perdura.
Y mientras, nuestros agricultores valencianos, (incluidos
los ilicitanos) tan descontentos y preocupados; manifestándose y protestando
públicamente llevando incluso hasta Bruselas sus problemáticas, sus
necesidades, sus reivindicaciones:
sequía, agua, riego, encarecimiento de precios, competencia desleal de
productos del extranjero, etcétera…pero de esto hablaré en otra ocasión.
Por Josep Esteve
Rico Sogorb
Presidente del Grup
Cultural Ilicità “Tonico Sansano”
Académico
correspondiente del Institut d’Estudis Valencians